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Lavalle y Paraná

 Club social. Eso significa el c.s. de las iniciales centradas en aquel escudo. Un afiche en la esquina de Lavalle y Paraná; el logotipo hacía a uno pensar en el partido justicialista, aunque no podría dibujarlo sin antes buscar su imagen en google o pinterest. Era blanco y una banda azulada lo cruzaba como un río a dos ciudades (ahora me hace pensar en entre ríos). Aquella noche fue la de mi paso a la locura, escribí mis dos peores cuentos en cuestión de horas y en un estado de abstracción delirante, escuchando David Bowie y ojeando una revista que sólo tenía fotos suyas. Me divertía asumir que en todas las fotos se lo veía rebalsado de cocaína. Creo que los cuentos se titulaban Pesadillas y Valentina y La tortuga come despacio. Estaba hablando con Agustina en la tienda de café, no volvería a verla, era el último encuentro. Me dijo cuidate mucho y eso fue todo. Los últimos encuentros dejan últimas reflexiones, o así lo veo. Entonces fue en la esquina de Lavalle y Paraná donde me detuv

TODO LO QUE AMAS SE TE ARREBATARÁ. Stephen King.

Era un Motel 6 en la interestatal 80, a escasa distancia al oeste de Lincoln, Nebraska. La nieve que empezó a caer a media tarde había desvaído el amarillo chillón del rotulo hasta dejarlo en un tono pastel más soportable mientras la luz desaparecía del crepúsculo de enero. El viento empezaba a adquirir esa cualidad invasiva y desbocada que solo se aprecia durante el invierno en la inmensa planicie que surca el centro del país. En esos momentos, solo representaba una molestia, pero si por la noche arreciaba la nevada, extremo sobre el que los meteorólogos no parecían ponerse de acuerdo, la carretera estaría cortada a la mañana siguiente. Pero a Alfie Zimmer le daba igual. Obtuvo la llave de un hombre ataviado con chaleco rojo y condujo hasta el final del alargado edificio de hormigón. Llevaba veinte años vendiendo en el Medio Oeste y se regía por cuatro reglas básicas que él mismo había formulado para garantizarse un buen reposo nocturno. En primer lugar, reservar siempre con antelac

Ambos

  Los dos callamos. Ahogamos esas palabras que en la cabeza terminan por hacer ruido en un despeserado intento, justo antes de no nacer. Nos limitamos a atesorar el momento hasta que un rayo oportuno atraviesa la habitación numerada, suena la chicharra del fin de turno y rompe así todos nuestros tesoros. Vestirnos ya lo hicimos y con el cambio de ropas también vino el cambio de chip. Volvemos a ser de esos amigos que olvidan los cumpleaños. Nos alejamos y desde la distancia no volveremos a saber de nada que no sean números y letras. Volveremos a la tierra de lo establecido y vaya a saber uno hasta cuándo. Más tarde el cosquilleo de sus labios a mi mejilla izquierda se transcribe como ese dolor que hubiera preferido perdurase aún después de mi muerte.

El ciclo de la marmota

 No bastará despedirme mil veces. No bastó no poder despedirme, no alcanzaría haber estado y es que ni siquiera el haber acertado cada una de las decisiones es garantía de nada. Y me preguntás qué es el karma, qué es dios, qué es la muerte y quién es el diablo. Lo mismo que vos y yo. El tiempo se pone caprichoso y cada vez te apura más, aprieta pero no ahorca -aunque vivimos colgados- y las horas son paredes que se cierran de todos lados. Ese sabor a sangre tuya , lo vas a sentir tantas veces que por desgracia será natural y al que lo agarre desprevenido le vas a decir que la vida es así, como un morboso. Pero es que sí, es así y al envejecer naturalizamos lo más horrible, lo más injusto. Se nos cansan las armas, se nos agotan las luchas y se despiertan dolores nuevos. Empiezan a doler nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros amigos. Y así de a poco -y tan pronto- se apaga todo. Y alrededor escuchas esas voces groupies que, por última vez dirán -y sí... la vida es así.- Todos so

Cuando el papel no sirva de nada

Caminaba cargando una mochila vacía, dos billetes y toda la soledad que podía caber en un hombre. T u silencio aturdió mi silencio, Fu e música crónica hiriente. Y estaba tan frío el andén que Caminé por el borde . Dibujando palabras autoricé Mi decenso. Con la botella en los labios Y tu coherencia en la nuca. Le jugué un pleno a tus ojos Y me vi tan perdido. Sentí de inmediato Eso que no va a ser nunca. Arranca el juego Y cada uno por su lado. Giramos, acontecemos, acoplamos. Sentimos tan distinto oh! Sonamos, al unísono. Al final no somos tan distintos. Rodamos en el paño. Tan inútiles. Tan hechos . Tan sometidos A la verdad que padecemos. Sin tiempo, sin ideas Sólo un latido en el pecho.

Un último vuelo

  En el aire se alzaban las dudas de los pensantes, mientras la realidad era gobernada por los impulsos de los idiotas. Parecía ser la eterna premisa en el nuevo planeta. Todos los días eran iguales para Osvaldo desde que se había alejado de la agencia. Tenía 56 años, pero lo obligaron a jubilarse por una lesión en la espalda, tras un aterrizaje accidentado. Vivía sólo en un modesto departamento. En un período de 2 años, pasó de viajar por el espacio y visitar planetas, a ocuparse de regar las plantas y darle de comer al gato. Ya llevaba casi un año de esta rutina que no parecía poder aguantar. Había dedicado su vida a su trabajo, pero al dejarlo, descubrió que no tenía vida, se sentía muy sólo y muy inútil si no trabajaba. Todavía se mantenía sano y con ganas de seguir descubriendo las maravillas del universo. El infinito universo, la incertidumbre del todo. Sólo mirar al cielo le provocaban celos. Se sentía limitado, enjaulado. Todo era mentira, se cansó de pensar. Decidió que, s

Los imparciales

  -¿Cuál es tu problema?- preguntó Rubén al notar que ahora Kevin caminaba con cierta dificultad. -Estoy cansado, es mi rodilla. -¿Querés más analgésicos? -No por ahora, más tarde puede ser. Hacía una hora que habían aterrizado la nave y desde entonces no paraban de caminar. La Tierra era un escenario inhóspito, los muchachos caminaban entre nubes de humo y vapor como si estuvieran visitando el último subsuelo del mismísimo infierno. El cielo era de un oscuro color rojizo, apenas llegaba a verse una luz borrosa que parecía ser la Luna. La noche y el día eran iguales. -¿No te avisaron que era para hombres este trabajo?- exclamó Marcos mirando a Rubén, aunque su mensaje iba dirigido hacia alguien más. Rubén sonrió por cortesía, tratando de aliviar la tensión. Kevin tenía ganas de insultar a Marcos porque ese comentario sí lo había herido. El quería caerle bien a todos, pero no siempre lograba hacerlo. -Si nos separamos abarcaríamos más territorio- dijo Marcos. -Sí, pero n